viernes, 19 de julio de 2013

~SENSACIONES ÚNICAS~

El otro día quedé con unos amigos en ir a casa de otra amiga mía (magísima por cierto) que nos había invitado a pasar la tarde. Su casa era de las que me gustaban. Pequeñitas (no era enana, a ver si me entendéis) y con el espacio bien distribuido. Una cocina muy cuca que te recordaba a un estilo de decoración inglesa, al igual que el comedor, bastante amplio, con antiguallas, libros de portadas de fantasía (una tele enorme, eso había que decirlo). Era un salón en el que me sentía bastante cómoda. En general, una casa muy mona. 

Y llegamos al jardín. Ojala que yo tuviera ese jardín, y eso que mi patio era mucho más grande que el suyo. Bajando por las escaleras llegabas a una mesa de madera con sus cuatro sillas y su hamaca, todo debajo de una carpa. Se estaba genial debajo de la sombra, a pesar del calorín que hacía. Seguías andando y veías un pequeño cuadrante de césped que llegabas de un lado a otro en cuatro pasos. Y justo al lado estaba la piscina, de tamaño considerable. La temperatura del agua era buenísima, tanto que no me importaría nada tener que dormir flotando en ella. (¿Qué pasaría si para una noche flotando en la piscina?)
Bueno, la tarde estuvo bastante bien. Piscina, merienda, vídeos en YouTube... Se sacaron las guitarras, se recordaron los openings de series como "Sakura, cazadora de sombras", "Detective Conan", "Digimon", etc, etc, etc. Vamos, ¡una tarde en condiciones!

Y llega un punto en el que te sientes cansado porque no has parado en todo el día de hacer cosas y tenía la necesidad de descansar por lo menos por un momento. Dejé a los demás escuchando canciones de Extremoduro y creo que alguna que otra de Slipknot y me acerqué al césped. Tenía la necesidad de ir allí, porque si no, no me iba tranquila.

Me senté en el borde de la piscina, remojé mis piernas en el agua desde por debajo de la rodilla y me tumbé. Dios, esa sensación es casi indescriptible. Llegas a un punto en el que ya no hay agua, solo tus pies tienen libertad para volar. Cuando emergen los pies, escuchas ese ruido relajante de gotas de agua chocando contra la gran mas a de agua que tiene la piscina.  Clonc, clonc, clonc. De verdad, no hay nada como eso. Pero aún no es todo.

Al tumbarme, tengo una gran toalla de césped verde que me acomoda en el suelo. Miro a un lado y a otro. No hay bichos y eso es... ¡PERFECTO! Miraba arriba y en el cielo no había ni una sola nube. Era aún de día, pero se veía que tarde o temprano iba a atardecer. El cielo era de un color azul celeste precioso, casi brillante. No entiendo como los modernistas apuntaron que el azul estaba relacionado con la melancolía.


Ese color azul no me simbolizaba la añoranza de una vida mejor. Sentía paz, una paz que muchos buscan y pocos encuentran. Y miro hacia un lado y no puedo evitar arrancar pequeñas ramas secas del césped o incluso la propia hierba. Es un desestresante más eficaz que la mayoría de pastillas que recetan. No solo oigo como se separa la planta del suelo, sino que también lo siento. La planta cruje y mis dedos tiemblan.

Y paro de arrancar la hierba. Ahora no quería arrancarla más, quería tocarla, saber cómo se siente uno cuando pasa la mano por el césped y como la hierba se regocija entre tus dedos y debajo de las yemas de los dedos. No sé que sensación producía. Quizás, ¿orgásmica?


Son en esos momentos en los que piensas, somos tan insignificantes en este gran universo, y entonces, ¿por qué gozamos de maravillas como estas? ¿Somos los únicos en apreciar estas minuciosas sensaciones que hacen despertar nuestros cinco sentidos? Quiero volver a ese momento. Quiero mirar arriba y ver un cielo despejado y de color celeste. Quiero remojar mis pies y piernas en el agua y sentir como la sensación de estar metida en ella se va desvaneciendo a medida que el tiempo va pasando. Quiero tocar aquel césped verde y delicado que hacía gozar a mi tacto. Lo quiero ahora. Quiero sentirme tranquila y sosegada. Lo quiero. Lo necesito. Quiero ese momento.

Hay una canción que me encanta tocar en el piano y que indudablemente  me relaja: River flows in you.

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